domingo, 22 de diciembre de 2013

El caso de Bruce

Sara Morís González
Psicólogo y Coach en Gijón 
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Bruce, al que se le había diagnosticado una esquizofrenia unos 8 años atrás, vino a mi consulta con sus padres, Richard y Mim. Tam- bién asistió a la sesión la hermana menor de Bruce, Eileen. Mim y Richard estaban preocupados por el rumbo que estaba tomando la vida de su hijo. Aunque su estado era estable, se había aislado completamente. Rara vez salía de su dormitorio, y se escondía de las visitas.

Al final de la primera entrevista, Bruce pensaba que estaba listo para incrementar su propia influencia. Planeaba llamar por teléfono al coordinador de un grupo de encuentros y concertar una cita. Se le había facilitado el número de teléfono de este coordinador en repetidas ocasiones, pero nunca se había sentido capaz de hacer la llamada. Llevaba cinco años sin atender al teléfono, y por supuesto sin hacer nin- guna llamada. Involucré a Bruce y a sus padres en un debate acerca de si estaba o no listo para telefonear, y me pregunté en voz alta si no sería más inteligente que diera antes algunos pasos previos que le pre- pararan para dar este paso. Sin embargo, Bruce estaba convencido de que estaba preparado para hacer la llamada.

Cuando la familia volvió a la siguiente entrevista, pedía sus miem- bros que me pusieran al día de lo que había pasado. Al parecer no ha- bía sucedido nada. Las cosas estaban «igual». Sólo mediada la sesión recordé la decisión de Bruce de llamar al coordinador del grupo. ¿Ha- bía hecho la llamada? «Sí», dijo, y pasó a hablar de otro tema. Eché un vistazo a mi alrededor. Todos parecían estar pensando en otras cosas, estar en mundos diferentes. Era comprensible que no esperaran que pudiera ocurrir nada diferente.

«Espera, espera», dije, «¿He oído lo que creo haber oído?» «¿El qué?», dijo Bruce. «Tal vez la esquizofrenia sea contagiosa y estoy oyendo voces.» Había conseguido captar la atención de Bruce. «¿Qué?», preguntó, perplejo. «Bueno, por un momento he pensado que habías dicho que habías llevado a cabo esa llamada.» 

«No estás oyendo voces; eso es lo que he dicho», dijo Bruce para tranquilizarme. «¡Entonces dímelo otra vez, pero un poco más alto, para que pueda asimilar esta novedad!» Y eso fue lo que hizo. Me disculpé, diciendo que realmente no esperaba ese avance, y luego le pregunté si le importaba volver a darme la noticia. 

Eso hizo, y entonces simulé caerme de la silla ante semejante novedad.

A Bruce esto le hizo mucha gracia. Ahora todo el mundo estaba atento a los progresos de la vida de Bruce. «¿Quién más de los aquí presentes no estaba preparado para esta novedad?» 

«¿Alguien más se ha sorprendido de esto?» Richard reflexionó sobre estas preguntas, v se dirigió a Mim: «Pensándolo un poco, es bastante sorprendente, ¿no?». Mim se unió enseguida a aquel espíritu de estupor y empezó a preguntar a Bruce sobre las circunstancias que habían rodeado esa conducta inesperada. 

Durante los siguientes 30 minutos, empujados por nuestra curiosidad, hicimos preguntas a Bruce y especulamos so- bre la importancia de ese logro. Yo recogí las preguntas, las respuestas y las especulaciones que habíamos realizado, y le mandé a la familia un resumen en forma de carta.

En nuestra siguiente sesión, un mes más tarde, me informaron nada más empezar que Bruce había sorprendido a Mim en dos ocasiones. Puesto que sólo disponíamos de una hora para esta entrevista, no pasamos a investigar en profundidad los sucesos que habían dado lugar a estas dos sorpresas ni todo su significado. 

A lo largo de las entrevistas subsiguientes, todos seguimos yendo «por detrás» de los avances de Bruce, pese a nuestros esfuerzos por mantenernos al día respecto a sus progresos. 

Fuente: MEDIOS NARRATIVOS PARA FINES TERAPÉUTICOS. Michael White y David Epson.
Sara Morís González
Psicólogo y Coach en Gijón 
www.psicologogijon.com

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