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jueves, 26 de diciembre de 2013

El caso de Aaron


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LA REVISIÓN DE LA RELACIÓN DE LAS PERSONAS CON LOS PROBLEMAS

El problema y sus efectos están ligados por una relación de de- pendencia. Por consiguiente, centrándonos en una mitad de esta re- lación, podría afirmarse que el problema depende, para sobrevivir, de sus efectos. En otra parte he sugerido que estos efectos constitu- yen el sistema que mantiene con vida al problema; que se puede con- siderar que estos efectos representan las condiciones de superviven- cia del problema (White, 1986a).

La identificación de acontecimientos extraordinarios y la crea- ción de significados en torno a ellos ayudan a los clientes a identifi- car su resistencia a los efectos del problema o a sus exigencias. Te- niendo en cuenta la relación de dependencia entre el problema y sus efectos, se sigue que si las personas se niegan a cooperar con las exi- gencias del problema, lo están debilitando; no someterse a los efec- tos del problema hace que éste sea menos eficaz. 

Por tanto, en el proceso de construir nuevos significados para los acontecimientos extraordinarios, las personas revisan su relación con el problema. La descripción de esta relación revisada es muy distinta de la des- cripción que se había obtenido anteriormente acerca de la influencia del problema. 

La exploración de nuevas posibilidades en la vida de las personas se ve potenciada cuando se las anima a hacerse más conscientes y a formular más explícitamente este cambio en su re- lación con el problema.

Los Harrison vinieron a terapia a causa de su hijo Aaron, de ocho años. Sus constantes rabietas constituían un problema apremiante, así como su costumbre de huir de casa en plena madrugada. Todos es- taban convencidos de que, según se iba haciendo mayor, se hacía cada vez más incontrolable.

También existían otras preocupaciones, entre ellas los hábitos ali- menticios de Aaron, su falta de cooperación y su conducta alborotadora en el colegio. La conducta alimenticia de Aaron era realmente espectacular. Aprovechaba la menor oportunidad para, por ejemplo, comerse un tarro entero de café, consumir un tubo de dentífrico o beberse una botella de salsa de soja de un solo trago. Hace poco había saboteado una evaluación psicológica comiéndose el material del test.

Aaron tenía una larga historia de problemas de aprendizaje, y esta- ba en una clase de educación especial. Además, se le había diagnosti- cado hiperactividad a una edad muy temprana. A diferencia de Aaron, sus hermanas mayores parecían jovencitas relativamente normales. Ni siquiera sus costumbres alimenticias se salían de lo común.

Cuando rastreamos la influencia de los miembros de la familia so- bre la vida del problema, el acontecimiento extraordinario más recien- te y espectacular que identificamos fue que la señora Harrison había «desconectado» durante una de las rabietas de Aaron, en vez de unirse a ella. 

Construyendo significados en relación a este acontecimiento,
pregunté qué quería decir esto respecto a la relación de la señora Ha- rrison con las rabietas. Al negarse de este modo a someterse a los efec- tos del problema, ¿estaba accediendo a las demandas del problema o desafiándolas? ¿Cuál de estas relaciones con el problema la atraía más? ¿Debilitaría el problema o lo reforzaría, esta relación de coope- ración? ¿Qué más podía hacer para ponerse de parte de esta nueva re- lación con el problema y no mantener la anterior? ¿Era ahora ella quien mandaba en esta nueva relación?

En unas cuantas sesiones, la señora Harrison transformó su rela- ción con el problema. Otros miembros de la familia siguieron su ejem- plo y pronto las rabietas se quedaron sin el sistema que las mantenía. El comportamiento de Aaron mejoró sustancialmente, su aprendizaje se aceleró de forma espectacular y su capacidad de concentración au- mentó de forma importante. Para satisfacción mía, la señora Harrison se convirtió en una «consultora» para los demás padres que tenían hijos en la clase de Aaron, y les ayudó a revisar su relación con los di- versos problemas que les preocupaban. 

Fuente: Medios Narrativos para fines terapéuticos. Michael White y David Epson.
Sara Morís González
Psicólogo y Coach en Gijón 
www.psicologogijon.com

lunes, 23 de diciembre de 2013

Cómo creamos nuestra historia

Sara Morís González
Psicólogo y Coach en Gijón 
www.psicologogijon.com
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La estructuración de una narración requiere la utilización de un proceso de selección por medio del cual dejamos de lado, de entre el conjunto de los hechos de nuestra experiencia, aquellos que no en- cajan en los relatos dominantes que nosotros y los demás desarro- llamos acerca de nosotros mismos. Así, a lo largo del tiempo y por necesidad, gran parte de nuestro bagaje de experiencias vividas que- da sin relatar y nunca es «contado» o expresado. Permanece amor- fo, sin organización y sin forma:

Si aceptamos que las personas organizan su experiencia y le dan sentido por medio del relato, y que en la construcción de estos relatos expresan aspectos escogidos de su experiencia vivida, se deduce que estos relatos son constitutivos: modelan las vidas y las relaciones.

Fragmento del libro Medios Narativo para Fines Terapéuticos. Michael White y David Epson.

domingo, 22 de diciembre de 2013

¡Cómo respondemos a las exigencias del problema para que este continúe!


Con respecto a la terapia familiar —que es nuestra área de interés especial— el método interpretativo, en vez de proponer que cierta es- tructura subyacente o disfunción de la familia determina el compor- tamiento y las interacciones de sus miembros, sostendría que es el significado que los miembros atribuyen a los hechos lo que determi- na su comportamiento. Así, desde hace algún tiempo me intereso por cómo las personas organizan sus vidas alrededor de ciertos significa- dos y cómo, al hacerlo, contribuyen inadvertidamente a la «supervi- vencia» y a la «carrera» del problema. Y, a diferencia de ciertos teóri- cos de la terapia familiar, en vez de considerar que el problema es de algún modo requerido por las personas o por el «sistema», me intere- so por las exigencias del problema para su supervivencia, y por el efec- to que tienen esas exigencias sobre las vidas y las relaciones de las per- sonas. He propuesto que las respuestas de los miembros de la familia a las exigencias del problema, tomadas en su conjunto, constituyen inadvertidamente el sistema de apoyo a la vida del problema.

Michael White en Medios Narrativos para fines terapéuticos. 1980. Australia. 

Sara Morís González
Psicólogo y Coach en Gijón 
www.psicologogijon.com

martes, 23 de abril de 2013

Terapia de Milton Erickson


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Milton Erickson: “La visión del mundo de cada persona es tan única como sus huellas dactilares. No hay dos personas parecidas. No hay dos personas que entiendan la misma frase de la misma manera… Por lo tanto, al tratar con la gente, intenta no adaptarla a tu idea de como debería ser…”
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Milton Erickson sostenía que los elementos de choque y de sorpresa eran útiles para quebrar disposiciones mentales rígidas. La sorpresa no debía ser suscitada de manera muy artificiosa… Muchas de sus técnicas perseguían mantener e incrementar el interés y la motivación del paciente: para ello lo desafiaba, estimulaba su curiosidad y apelaba al humor.

Milton Erickson:
Una mujer vino a verme y me dijo: “Peso 90 kilos. Hice dieta bajo control médico centenares de veces, con éxito. Quiero bajar a 65 kilos. Cada vez que bajo de peso hasta los 65 kilos, corro a la cocina para celebrar mi triunfo, y ahí mismo me vuelvo a echar kilos encima. Ahora peso 90 kilos. ¿Puede usted ayudarme, mediante la hipnosis, a bajar a 65? Estoy vuelta en 65 kilos, por centésima vez”.
Le dije que sí, que podía ayudarla a reducir peso mediante la hipnosis, pero que a ella no le gustaría lo que yo iba a hacer. Me contestó que quería pesar 65 kilos y que no le importaba lo que yo hiciese. Le dije que para ella sería un poco doloroso. Me contestó: “cualquier cosa que usted diga”.
“Bien”, dije yo. “Quiero que me dé su promesa más absoluta de que seguirá mis consejos al pie de la letra.”
Me lo prometió de inmediato y la puse en estado de trance. Volví a explicarle que a ella no le gustaría mi método para bajar peso. ¿Me prometía finalmente que iba a seguir mis consejos? Así lo hizo.
Entonces le dije: “Haga que presten atención tanto su mente consciente, como su mente inconsciente. Esto es lo que hará: su peso actual es de 90 kilos, yo quiero que aumente 10 kilos más; cuando llegue a pesar 100, en mi balanza, podrá empezar a bajar”
Literalmente me imploró de rodillas que la librara de cumplir su promesa. Y con cada kilo que ganaba se volvía más insistente en que le permitiera empezar a bajar de peso. Cuando llegó a pesar 95 se puso tremendamente afligida y me imploró que la librara de la promesa. Al llegar a 99 me dijo que ya era suficiente, que ya estaba cerca de los 100, pero yo no di mi brazo a torcer: tenía que pesar 100 kilos.
Cuando llegó a los 100 kilos se puso muy contenta de poder empezar a bajar. Y cuando bajó a 65 dijo: “Nunca más voy a aumentar”.
Su pauta había sido bajar de peso y después subir. Yo se la invertí: la hice subir primero y bajar después. Y ella quedó muy satisfecha con el resultado y mantuvo ese peso. No quería padecer nunca más esa horrible agonía de aumentar 10 kilos.

Sara Morís González
Psicólogo y Coach en Gijón
Tel. 671782032
www.psicologogijon.com