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Milton Erickson: “La visión del mundo de cada persona es tan única como sus huellas dactilares. No hay dos personas parecidas. No hay dos personas que entiendan la misma frase de la misma manera… Por lo tanto, al tratar con la gente, intenta no adaptarla a tu idea de como debería ser…”
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Milton Erickson sostenía que los elementos de choque y de sorpresa eran útiles para quebrar disposiciones mentales rígidas. La sorpresa no debía ser suscitada de manera muy artificiosa… Muchas de sus técnicas perseguían mantener e incrementar el interés y la motivación del paciente: para ello lo desafiaba, estimulaba su curiosidad y apelaba al humor.
Milton Erickson:
Una mujer vino a verme y me dijo: “Peso 90 kilos. Hice dieta bajo control médico centenares de veces, con éxito. Quiero bajar a 65 kilos. Cada vez que bajo de peso hasta los 65 kilos, corro a la cocina para celebrar mi triunfo, y ahí mismo me vuelvo a echar kilos encima. Ahora peso 90 kilos. ¿Puede usted ayudarme, mediante la hipnosis, a bajar a 65? Estoy vuelta en 65 kilos, por centésima vez”.
Le dije que sí, que podía ayudarla a reducir peso mediante la hipnosis, pero que a ella no le gustaría lo que yo iba a hacer. Me contestó que quería pesar 65 kilos y que no le importaba lo que yo hiciese. Le dije que para ella sería un poco doloroso. Me contestó: “cualquier cosa que usted diga”.
“Bien”, dije yo. “Quiero que me dé su promesa más absoluta de que seguirá mis consejos al pie de la letra.”
Me lo prometió de inmediato y la puse en estado de trance. Volví a explicarle que a ella no le gustaría mi método para bajar peso. ¿Me prometía finalmente que iba a seguir mis consejos? Así lo hizo.
Entonces le dije: “Haga que presten atención tanto su mente consciente, como su mente inconsciente. Esto es lo que hará: su peso actual es de 90 kilos, yo quiero que aumente 10 kilos más; cuando llegue a pesar 100, en mi balanza, podrá empezar a bajar”
Literalmente me imploró de rodillas que la librara de cumplir su promesa. Y con cada kilo que ganaba se volvía más insistente en que le permitiera empezar a bajar de peso. Cuando llegó a pesar 95 se puso tremendamente afligida y me imploró que la librara de la promesa. Al llegar a 99 me dijo que ya era suficiente, que ya estaba cerca de los 100, pero yo no di mi brazo a torcer: tenía que pesar 100 kilos.
Cuando llegó a los 100 kilos se puso muy contenta de poder empezar a bajar. Y cuando bajó a 65 dijo: “Nunca más voy a aumentar”.
Su pauta había sido bajar de peso y después subir. Yo se la invertí: la hice subir primero y bajar después. Y ella quedó muy satisfecha con el resultado y mantuvo ese peso. No quería padecer nunca más esa horrible agonía de aumentar 10 kilos.
Sara Morís González
Psicólogo y Coach en Gijón
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