Nosotros, como humanos, no sólo damos sig-
nificado a nuestra experiencia al «narrar» nuestras vidas, sino que
también tenemos el poder de «representar» nuestros relatos gracias al conocimiento que tenemos de ellos. Las historias pueden, por su- puesto, ser tanto negativas como positivas. Por ejemplo, la mayoría
de nosotros disponemos de múltiples relatos acerca de nosotros mismos, de los demás y de nuestras relaciones. Algunos de ellos pro- mueven la competencia y el bienestar. Otros sirven para constreñir, trivializar, descalificar o patologizarnos de alguna u otra manera a
nosotros mismos, a los demás o a nuestras relaciones. Y otras his- torias pueden dar confianza, animar, liberar, revitalizar o curar. El relato que prevalezca a la hora de asignar significado a los sucesos
de nuestra vida determinará, en gran medida, la naturaleza de nues- tras vivencias y nuestras acciones. Si predomina una historia satu- rada de problemas, se nos invita una y otra vez a la desilusión y la
tristeza. Debido a la tendencia conservadora natural a la que todos estamos sujetos, se nos hace cada vez más difícil evitar representar de modo habitual la misma, vieja y problemática historia. Es esta
dominación por parte del conocimiento problemático y el tenaz pre- dominio de los relatos patologizantes lo que hace tan relevante la ex- ploración del «conocimiento como poder».
Epston y White nos invitan a preguntarnos: ¿cómo podemos ha- cer posible la escritura de relatos personales y colectivos que liberen y curen, cuando los relatos dominantes están tan saturados de pro- blemas? Al publicar este libro, están compartiendo algunos de sus descubrimientos en relación con este interrogante. ¿Cuál es nuestra
también tenemos el poder de «representar» nuestros relatos gracias al conocimiento que tenemos de ellos. Las historias pueden, por su- puesto, ser tanto negativas como positivas. Por ejemplo, la mayoría
de nosotros disponemos de múltiples relatos acerca de nosotros mismos, de los demás y de nuestras relaciones. Algunos de ellos pro- mueven la competencia y el bienestar. Otros sirven para constreñir, trivializar, descalificar o patologizarnos de alguna u otra manera a
nosotros mismos, a los demás o a nuestras relaciones. Y otras his- torias pueden dar confianza, animar, liberar, revitalizar o curar. El relato que prevalezca a la hora de asignar significado a los sucesos
de nuestra vida determinará, en gran medida, la naturaleza de nues- tras vivencias y nuestras acciones. Si predomina una historia satu- rada de problemas, se nos invita una y otra vez a la desilusión y la
tristeza. Debido a la tendencia conservadora natural a la que todos estamos sujetos, se nos hace cada vez más difícil evitar representar de modo habitual la misma, vieja y problemática historia. Es esta
dominación por parte del conocimiento problemático y el tenaz pre- dominio de los relatos patologizantes lo que hace tan relevante la ex- ploración del «conocimiento como poder».
Epston y White nos invitan a preguntarnos: ¿cómo podemos ha- cer posible la escritura de relatos personales y colectivos que liberen y curen, cuando los relatos dominantes están tan saturados de pro- blemas? Al publicar este libro, están compartiendo algunos de sus descubrimientos en relación con este interrogante. ¿Cuál es nuestra
disposición a unirnos a ellos en esta exploración y a dotarnos de ha-
bilidades en el uso de medios literarios para reanimar la vida de
nuestros clientes y de sus familias?
Fragmento del prefacio del libro Medios Narrativos para fines terapéuticos de Michael White y David Epson, escrito por KARL TOMM, Universidad de Calgary, Facultad de Medicina.
Fragmento del prefacio del libro Medios Narrativos para fines terapéuticos de Michael White y David Epson, escrito por KARL TOMM, Universidad de Calgary, Facultad de Medicina.
Sara Morís González
Psicólogo y Coach en Gijón
www.psicologogijon.com
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